Derechos humanos

Jorge Novak, a 5 años de su muerte, su lucha continúa

Quien pretenda revisar la historia de la Iglesia Católica en la Argentina durante los años de desencuentro y frustración que siguieron a 1976 no podrá, en ningún caso, prescindir de la conmovedora y aguerrida figura del obispo Jorge Novak.

Los grandes rasgos de Novak fueron la sobriedad, el rigor, la austeridad. Por su rectitud, en varias oportunidades los catequistas de su diócesis fueron agredidos, a veces salvajemente, por los represores. Pero ni la barbarie ni la persecución injusta quebró la serenidad interior del obispo de Quilmes.
Su nombre se hermana con el de otros prelados argentinos de su misma generación, como el desaparecido Jaime de Nevares y Miguel Esteban Hesayne, titulares de las diócesis de Neuquén y Río Negro, respectivamente. Como ellos, enfrentó al gobierno de facto instaurado el 24 de marzo de 1976 y, logró que su diócesis fuera un baluarte de la lucha contra los abusos perpetrados desde el poder.
Mantuvo la calma ante las más aberrantes situaciones, sin dejar por eso de ejercer en todo momento la férrea defensa de su gente, de quienes lo acompañaron siempre con fidelidad en el servicio apostólico, en la adhesión inconmovible a las grandes causas que conforman el núcleo de la doctrina de Cristo.

Trayectoria

Nacido en 1928 en San Miguel Arcángel, provincia de Buenos Aires, Jorge Novak era muy joven cuando ingresó en el seminario de los padres del Verbo Divino, de Rafael Calzada, donde hizo sus votos perpetuos como religioso en 1953. Al año siguiente fue ordenado sacerdote. Completó sus estudios en Roma, en la Pontificia Universidad Gregoriana, donde se doctoró en Historia de la Iglesia.

En agosto de 1976 Pablo VI lo designó primer obispo de Quilmes, responsabilidad que ejerció durante casi un cuarto de siglo, con el acento puesto en la fidelidad a la opción preferencial por los pobres a la que convocó el Concilio Vaticano II. Sus documentos y homilías repercutían profundamente en la comunidad católica.

Entre 1997 y 2000 presidió la Comisión de Pastoral de la Salud del Episcopado. En 1982 contrajo en Costa Rica una enfermedad que lo mantuvo paralizado, pero pudo recuperarse casi totalmente. Cofundador del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, del que fue copresidente hasta su muerte, en el año 2000 publicó un libro que tuvo una cálida acogida. Su título lo dice todo: "Esto no es marxismo, es Evangelio".

La injusticia social y el drama del desempleo lo obsesionaban. "Asistimos a una de las peores opresiones contra la familia obrera: su exclusión del mundo del trabajo, que la condena a una situación colindante con la peor de las esclavitudes", dijo poco antes de morir. Y agregó: "La sociedad democrática no debe esperar a que aparezcan estallidos sociales para hacer justicia con el trabajador".

Sus mensajes pastorales por Radio Provincia, las marchas por la solidaridad que solía encabezar, su constante defensa de la familia, su militancia en favor del ecumenismo y el diálogo interreligioso, entre tantas otras manifestaciones de su fervor apostólico, son parte de un legado que difícilmente se borrará de la memoria colectiva, sobre todo en la zona sur del Gran Buenos Aires, a la que consagró lo mejor de su energía espiritual.
Falleció el 9 de julio de 2001.

Comentarios

Anónimo dijo…
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Anónimo dijo…
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