TRINIDAD GUEVARA - TEATRO

Con una serie de presentaciones en el teatro El Tinglado de Buenos Aires, y en el arranque de una nueva gira internacional, “Trinidad Guevara” (obra también presentada como “La Trinidad”, escrita y dirigida por Marianella Moreno y con la producción ejecutiva de Adriana Yasky) retrata la vida de la actriz nacida en la banda oriental, que en épocas de revolución, marcara a fuego la historia de los escenarios del Rio de La Plata.

Cecilia Cósero, le pone el cuerpo “literalmente” a la figura histórica de “La Trinidad”, en un unipersonal que no da respiro, de inicio a fin. Es que la actriz (nominada en 2011 a los premios ACE como revelación femenina en actuación por esta obra) ingresa al centro del escenario y prácticamente no se desplaza de ese punto durante toda la presentación. 

Ella entra, camina hacia el centro, se detiene. Utiliza su cuerpo como una caja de resonancia, se golpea en el pecho y en la garganta, canta, e inventa un ritmo que acompaña con movimientos y miradas que también deben leerse. “El Uruguay no es un río, es un cielo azul”, -no cantes- se dice. Se presenta, “Soy yo, la Trinidad, esta que ven”, dice antes de comenzar una transformación imparable, que irá soltando en cada movimiento y con cada palabra, reconstruyendo las partes de esa mujer transformada en mito de los escenarios, a inicios del siglo XIX en ambas márgenes del río de La Plata. 

La historia sale por su boca como espasmos. Tira fechas, anécdotas, partes de una vida sesgada y ahogada. Es la increíble vida de “La Trinidad”, de un lado y del otro, del lado del amor y del lado del veneno que casi la mata. Utilizando de manera coordinada, sus manos, las expresiones de su rostro, y su voz, la actriz (también uruguaya) logra darle vida a una Trinidad enterrada en el olvido, por romper con los mandatos de su época, por provocadora, por madre soltera, por escapar, por ser amante, por su desparpajo, y por el pecado de su triunfo en los teatros, en épocas de guerra. 

Como poseída por el alma de Guevara que intentara volver al escenario, en donde siempre escribió su vida, las palabras descubiertas, dan cuenta de una Trinidad sin sutilezas, viviendo en el tiempo que le toca, entre la élite de su época que la desprecia y un pueblo que la recibe con aplausos en cada presentación. El odio, la persecución y el amor, son los condimentos necesarios que se entrecruzan en una historia, que no puede darse el lujo de morir.

Se impostan las voces, se conversa con otros, se dialoga. Trinidad Guevara aparece y desaparece en fragmentos que luego deberán armarse. Todo es construido por la magnífica interpretación de Cócero, que se separa en otros, por momentos habla en la voz de Guevara, y habla también con voces impostadas que le responden. “Me voy. No me ves cuando me voy. No mirás cuando yo estoy. Me voy para que me mires, para que me mires, es que me voy”, dice la misma que continua el viaje eterno de la Trinidad, la que arrancaba aplausos interminables.

Trinidad Guevara, es un espectáculo del que no puede salirse indiferente. Cuando todo termine, apenas habremos comenzado a preguntarnos sobre quién fue esa mujer que dejó una huella indeleble en el teatro de Sudamérica, y otra vez se salva de morir, pero esta vez, del olvido. 

ADRIAN MAGLIERI @antimedio

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