POLITÉCNICO DE BERAZATEGUI-UNA ESCUELA DIFERENTE

Desde siempre, la ex ENET N ° 1 de Berazategui, o "el Poli", como lo conoce todo el mundo del lugar, no fue una escuela más entre tantas otras. Se encargó de generar una propuesta de enseñanza claramente diferenciada a todo lo conocido, ambiciosa y mejor en varios aspectos. “El mejor técnico, dentro del mejor hombre”, fue el lema que la distinguió, desde sus comienzos, hace más de cuatro décadas.

Muestra-GABRIELA BENJAMIN

Las aulas de este lugar, guardan hermosas vivencias para muchos de los que fuimos sus alumnos. No solo se llenaban de contenidos teóricos sobre matemáticas e historia, sino que formaban parte de una porción apreciable en la vida de los jóvenes.Cada exalumno del Poli, seguramente lleva con orgullo el recuerdo de haber pasado por un lugar verdaderamente grande, en donde no solo aprendió lo de la clase “obligada”, sino también, las mejores lecciones para afrontar la vida de otra manera.

En esta experiencia educativa diferente, no se conocía el significado de una amonestación, ya que siempre se discutían otras formas de normas disciplinarias,  más eficaces. En algún tiempo, el debate sobre la aplicación o no de las amonestaciones, se hizo público, por la introducción de cambios en los regímenes disciplinarios de los colegios de Capital Federal y provincia de Buenos Aires, y la creación de otro tipo de reglamentación. En el Poli, el debate sobre las amonestaciones, hubiera parecido viejo e inservible, ya que la experiencia de muchos años, se encargaba de demostrar lo obsoleto de esa herramienta de castigo.

Las sanciones que se ponían en práctica muchas veces, ante cualquier inconveniente, se dirigían a que el alumno lograra entender el error de su falta, y no volviera a cometerla. Se había instaurado por el sentido común, una especie de la hoy conocida “probation”, en ámbitos judiciales, formas de sanciones consensuadas, en donde se intentaba reparar el daño o la falla, a través de trabajos reparatorios.

Con la existencia de un "profesor guía", se fomentaba el sentido de la responsabilidad del grupo ante los hechos que realizaba, y la presencia de un problema, debía ser resuelto entre todos, buscando siempre el consenso y la solidaridad, como objetivo principal.

Tampoco había señales para indicar el inicio o el final de un recreo. Aunque parezca algo poco trascendente, la falta de un sonido como indicador de los tiempos que debían cumplirse estrictamente, era a la vez, la obligación de comenzar la clase en los tiempos que marcaba siempre, el sentido común. Los alumnos estaban organizados en un centro de estudiantes, al que se llegaba por medio de una interesante forma de participación y elección democrática. Formaban parte, activamente de la vida institucional de la escuela y tenían un importante poder de decisión

El centro de representación de los estudiantes, se encargaba de realizar festivales, gestiones ante las instituciones municipales, actos, debates, y torneos deportivos. También era el sustento fundamental de la participación de los alumnos, contaba con un consenso inaudito, y tenia un enorme peso en el desarrollo de actividades sociales, inclusive fuera del ámbito escolar.

También colaboraba en la administración de los materiales de los talleres, junto con la Asociación Cooperadora, y realizaba jornadas voluntarias de mantenimiento del edificio, en las que participaban los propios estudiantes del ciclo superior los días sábado y se sumaban profesores y padres.

Una revista y una radio, servían para difundir las informaciones y opiniones de todos con absoluta libertad, y se contaba fundamentalmente, con el apoyo de profesores y directivos para poder lograr todas estas cosas. El Poli, era para la mayoría, como una segunda familia, en donde podía disfrutarse de un ambiente de estudio, que contaba con un aprendizaje técnico y al mismo tiempo, permitía que el alumno se desarrollara en libertad, pudiera opinar, participar, organizarse y gestionar sus propios  ámbitos cotidianos. Se podía aprender, sin resignarse a un esquema restringido en el que no existiese lugar para el debate y la creación de ideas.

En ciertos aspectos, puede decirse que cumplimos con el deseo del maestro  Ernesto Sábato, que en su obra, “La resistencia”, nos advierte:

“Necesitamos escuelas que favorezcan el equilibrio entre la iniciativa individual y el trabajo en equipo, que condenen el feroz individualismo, que parece ser la preparación para el sombrío Leviatán de Hobbes, que dice que el hombre es lobo del hombre”.

Y digo que lo cumplimos, porque en aquel templo del crecimiento en serio, la indiferencia era casi desconocida, la falta de ideas era pecado, y el individualismo, algo imposible de entender.

Por sobre todo, uno debía involucrarse con la realidad, y más aún, debía ser parte de un proyecto ambicioso y legítimo: el de crecer como sujeto, dentro de una institución que le enseñaba a pensar en forma crítica, en la cual, uno mismo, era participe de los cambios y responsable de sus propias acciones. La conciencia crítica, servía tanto para desarrollar la inventiva en cuestiones técnicas, como para promover cambios sociales, desde lo humano.

Soñar con cambiar la realidad.

Y esa era la peligrosa herramienta que teníamos en nuestras manos, al terminar nuestros estudios. ¿Para que se quería desde el poder económico un lugar, como aquel?

¿De qué le sirve al “Dios-Mercado”, un sitio de aprendizaje tan humanizado, y con tanto énfasis en el desarrollo de actitudes críticas?

También aquí nos despierta la increíble elocuencia de este gran escritor, que gracias a Dios, aún está entre nosotros. Sábato, nos dice claramente, algo que todos palpamos:

“La educación no esta independizada del poder, y por lo tanto, encausa su tarea hacia la formación de gente adecuada a las demandas del sistema”

¿Y qué le convenía al sistema, en la década del 90?

Algunos profetas de la crisis que alguna vez llegaría, dijeron hace tiempo que al poder no le convenía tan extraño emprendimiento, y se basaban en datos reales que parecían adelantarse al final anunciado. No pudieron lograrlo antes, con la falta de presupuesto y un edificio a punto de derrumbarse, con el cierre de aulas y la salida bajo presión de algunos profesores.

Sabían ellos, que el trabajo sería lento y difícil, sabían que estaban luchando contra un verdadero ejército de ideas, pero el poder se tomó su tiempo, y quiso llegar hasta el final, quitándolo todo, a través de la eliminación del CONET, la desarticulación de los talleres, la baja en el presupuesto y los cambios en el sistema secundario.

Otros tiempos parecen correr hoy, con una brisa de esperanza, ya que se le dio importancia nuevamente al factor técnico y al desarrollo industrial, luego de la incalculable destrucción menemista y del espejismo ridículo del primer mundo, en el que todos creímos vernos reflejados.

Mientras la maravillosa idea de alcanzar una educación verdadera, haya sobrevivido a la erosión de los impulsos mecánicos y al escepticismo, nada estará del todo perdido y otra vez podrá reconstruirse aquella increíble historia. Muchos de nosotros, como ex alumnos, como testigos de aquello tan valioso que vivimos, disfrutamos, y de alguna manera hicimos nuestro, tenemos la obligación de mantener vivo el recuerdo, y rescatar esa educación integral que alguna vez existió.

 ADRIÁN SERGIO MAGLIERI

Lic. Comunicación Social. *Egresado en el área de química, alumno del Poli entre 1985-1990. Dirigió la revista “Punto de Encuentro” en los años 89-90, desde el Centro de Estudiantes, y fué delegado de la U.E.S (Unión de Estudiantes Secundarios) en el mismo periodo.

MUESTRA FOTOGRÁFICA SOBRE EL POLITÉCNICO, de GABRIELA BENJAMIN.  

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