“Catarro” Obra teatral. (2023-2024) El tinglado


¿Esto es real?... ¿esto pasó o pudo pasar? Serán las preguntas que el espectador se hará al final de la obra, cuando todo termine y haya que comenzar a armar el rompecabezas de situaciones.

En una maraña de acciones que parecen disparatadas, en donde tres personajes se entrecruzan entre la realidad de una época y la ficción televisiva de ese mismo momento histórico (“Pobre diabla” de Migré y la voz en off de Arnaldo André entre otras cosas), sucede “Catarro”, la obra dirigida por el guionista de televisión Mario Segade, en el teatro El Tinglado (Mario Bravo 948, Ciudad de Buenos Aires)

La historia transcurre en el verano de 1974 en Miramar, provincia de Buenos Aires, en donde una intensa lluvia azota la costa atlántica, complicando las ilusiones de los veraneantes. Roberto y Ángela sueñan con un momento de amor y descanso, en un departamento prestado (la dueña es la hermana de Roberto) donde el teléfono (o los teléfonos) se cortan a cada rato. Roberto (Abián Vainstein) es un funcionario menor e impreciso del gobierno peronista, que siempre anda armado, y ante la enfermedad de Perón, tiene la posibilidad de ser enviado a la pelea de Monzón en París, mientras está de vacaciones con su mujer, Ángela (Maite Velo), a donde a la vez, fueron para intentar tener un hijo.

La aparición de “Ethel” (Vanina Montes), una misteriosa vecina del mismo edificio que supuestamente intenta ayudar con sus consejos por conocer el lugar, empieza a enturbiar la historia y a ponerla en tensión. Ángela es adicta a las telenovelas y tiene además sueños premonitorios. Escribe lo que sueña en cuadernos, que acabarán por entremezclarse con la historia que se desarrolla. La vecina, viuda y sin hijos (su marido muere en circunstancias confusas, durante una tormenta) espera un llamado que puede cambiar el rumbo de su vida, pero se frustra y se vuelve a ilusionar con otras posibles relaciones amorosas que incluyen al propio Roberto, si, su vecino, el marido de Ángela. 

Durante el verano de 1974, donde se pone en contexto la obra, el boxeador Carlos Monzón, se prepara para una pelea histórica en la ciudad de París, y Carlos Alberto Reutemann sueña con ganar la fórmula uno. Por otra parte, Juan Domingo Perón, es presidente de Argentina por tercera vez y está enfermo, tiene un catarro que pone en vilo a gran parte del país. Aunque muchos imaginan que se recuperará pronto, un sinfín de especulaciones y tensiones nos llevarán a confusiones e incertidumbres sobre el devenir de esos días, el desenlace de su enfermedad y sus consecuencias, hoy ya conocidas por nosotros.

Todo se va complicando, se va enrareciendo a medida que la historia avanza, los teléfonos suenan pero a veces las comunicaciones se cortan, los diálogos parecen perderse, nada parece funcionar de manera lineal. Y es que nada va a salir como estaba planeado, especialmente, porque en un cuidado entrecruzamiento entre las líneas de esa supuesta historia entre los personajes centrales, se meten otras historias, la de las telenovelas (reales de la época, de Alberto Migré), y los personajes entran en una especie de trance, en donde por momentos no se reconocen, cambian de roles, o se entremezclan con las historias de estas novelas (en donde Ángela, también parece interferir en sus guiones originales) entrando y saliendo de las mismas.

“Catarro”, nos trasporta a un momento clave de la historia de Argentina, con una puesta tan eficiente como sencilla. Contiene toques de humor, un llamativo uso del lenguaje (especialmente marcado en el caso de la vecina) momentos de baile y coreografías bien logradas, así como una escenografía (desniveles de bloques y seis teléfonos desplegados en distintos sectores) que utiliza además de manera excelente, proyecciones (imágenes fotográficas, fragmentos de televisión, una falsa novela emulada con los mismos personajes de la obra que se observan a sí mismos en la pantalla y discursos históricos) con una muy cuidada iluminación y uso de coloraciones, para determinar distintos momentos.

“Los pájaros son bichos que hacen daño, se comen los cables del teléfono”, dirá Roberto al inicio, y esos mismos pájaros, sembrarán de incertidumbre y temor los momentos finales, en donde una intervención muy bien lograda, servirá como metáfora de los tiempos sombríos que llegarían al país, y para los que había que prepararse. Es entonces que la obra, despedaza en fragmentos dispersos una época, y entrecruza magistralmente a estos personajes, con la realidad de un país que se acerca, como ellos, al desconcierto de una verdadera tragedia.

Adrian Maglieri @antimedio

Comentarios

Abian dijo…
Gracias Adrian

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