LIBRO-TELEVISIÓN PÚBLICA Y COMVERGENCIA DIGITAL
La historia y el recorrido del canal 7 de Argentina desde su nacimiento, fue una mezcla de desaciertos, disputas y controversias permanentes, marcadas desde los cambios políticos, pero a la vez, signada por las innovaciones y la vanguardia tecnológica. Pocos estudios, se centraron en los cambios de la emisora en la etapa de convergencia y en las nuevas posibilidades de interacción. Los cambios tecnológicos, obligan a repensar el anacrónico concepto de televidente y a aceptar nuevas formas de audiencia. En la señal pública de televisión, no solo hay números de rating, sino ciudadanos con derecho a acceder a contenidos de carácter público.
“Televisión
pública y convergencia digital (…)” busca aportar respuestas a la transformación de la señal estatal en su
adaptación con las nuevas tecnologías e indagar en las causas que motivaron
estas transformaciones.
Puntos de Venta: Autores de Argentina (Editorial)
Teléfono: (011) 4858-1234
Mail: info@autoresdeargentina.com
Padilla 1079, Capital Federal, Argentina.
En Berazategui: FACTOTUM Libros. AV. Mitre N° 1054 Tel.4256-3350 (Horario 9-13y 15-20.30 HS)
PRÓLOGO *por Mateo Gomez Ortega
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PRÓLOGO *por Mateo Gomez Ortega
Es para mí un
orgullo, un placer y un honor estar prologando este excelente y colosal trabajo
de Adrián Maglieri. Trabajo que adquiere una vigencia y una significación muy
especial en pleno 2016 cuando el advenimiento del gobierno de Cambiemos muestra
que la discusión en torno a la Televisión, en general y a la Televisión Pública
en particular, está lejos de ser un tema cerrado, como tampoco lo está el rol
del Estado y el valor del trabajo que desde allí realizan sus trabajadores
frente a la sociedad. Si dentro de los primeros cien días del nuevo gobierno
hubo necesidad y urgencia por echar
por tierra la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, debatida y votada
por amplias mayorías en 2009, se evidencia que el problema de la concentración
empresarial y el modelo de negocios en torno a los medios de difusión masiva en
la Era Digital es una discusión de primer orden para la consolidación
democrática, la soberanía política y el desarrollo de la diversidad cultural.
En mi caso
particular se suma la emoción como ciudadano e ingeniero de volver a rememorar
la labor llevada a cabo en el ámbito público en los últimos diez años, cuando a
partir de fines de 2005, trabajando para la sociedad del Estado Educ.ar,
aparece el proyecto de un canal educativo al mando de Tristán Bauer, proyecto
que abracé y acompañé en sus primeros años, y que daría lugar a la creación de
Canal Encuentro, dependiente del Ministerio de Educación. En 2008 acompañé a Tristán en el desembarco
en Radio y Televisión Argentina, formando parte de la conducción técnica de
Canal 7 y Radio Nacional, y desde ese lugar coordiné el programa de puesta en
valor de ambas emisoras, la recuperación de sus archivos históricos, el
despliegue de la nueva forma de transmisión de televisión digital terrestre, el
paso a la producción y transmisión en alta definición, todo ello ante el cambio
histórico que impone la Era Digital, acaso
el mayor desafío para los medios públicos desde su creación, una
revolución cultural que modifica radicalmente la forma de producir, pensar y
sentir la comunicación, el entretenimiento, así como las condiciones y
significados del acceso a la información, al arte y al conocimiento.
Maglieri
analiza en toda su complejidad este período revolucionario de los medios
públicos, entregando una obra indispensable para situar el problema, para
conceptualizar los hitos logrados, y para significar el alcance y la relevancia
de este debate central y vigente en todas las democracias modernas.
La Era Digital
es el advenimiento de un nuevo alfabeto, por lo que las implicaciones esperadas son solo comparables con el
aparición de la escritura hace 2500 años. En este caso se trata de un
meta-alfabeto que permite codificar, acumular y distribuir en forma uniforme
texto, audio, imagen o video, es la llamada convergencia
digital, que para los medios de difusión tiene implicancias en múltiples
dimensiones. Es la convergencia de las redes de transmisión, es la convergencia
de formatos, de dispositivos y pantallas. Es también la convergencia sincrónica
de información y la disponibilidad asincrónica de infinitos recursos culturales
a escala planetaria. Es la primera vez en la historia de la humanidad en que
las máquinas se ‘alfabetizan’, que son capaces de interpretar textos, actuar en
función de ellos, incluso sostener comunicaciones complejas entre dispositivos
sin la mediación de persona alguna. Los objetos culturales, al ser
digitalizados, cambian completamente su estatuto, puesto que pasan a ser
potencialmente reproducidos y distribuidos a escala planetaria a costos
marginales irrisorios por lo cual todos los modelos de negocios están en
crisis. Las leyes de copyright que se idearon hace trescientos años
justificadas por la aparición de la imprenta, devienen hoy abstractas e
injustificadas ante el nuevo estatuto que impone el estadío actual de la
técnica. Somos contemporáneos de los esfuerzos desesperados de la industria
cultural y de los medios de comunicación por encontrar una respuesta al tsunami
digital.
En este
contexto, en la era de los Netflix y los YouTube, del cable, el aire y el
satélite, de los televisores inteligentes, netbooks y celulares, del
hipervínculo y las redes sociales, en tamaño contexto es difícil animarse a la
pregunta por la ‘televisión’. ¿Qué es la televisión? ¿Qué significa ser un
canal de televisión? ¿Qué es ser un canal de televisión público?
Adrián
Maglieri se le anima a estas preguntas y a muchas más.
La vieja ley
de radiodifusión, la vigente hasta 2009, establecía como condición necesaria
para ser un canal de televisión el hecho de ser dueño del transmisor de la
señal. Ser dueño (propietario) del hardware definía la condición de broadcaster. Nada tan anacrónico. La
Argentina es pionera en la región en desplegar la televisión digital terrestre
introduciendo la figura del ‘operador de red’, tal es el rol que asumió la
empresa estatal Arsat, por lo que en la actualidad es conveniente y en muchos
casos determinante que el canal de televisión delegue en un tercero la
transmisión. ¿Acaso dejaría de ser un canal de televisión aquel que solo
transmitiera por Internet? Los contenidos informativos que un canal de
televisión pone a disposición en YouTube, ¿siguen siendo contenidos televisivos
al ser consumidos a través de dicha plataforma, en modo asincrónico y por
demanda? El contenido audiovisual informativo que un diario tradicional sube a
YouTube ¿sigue siendo el contenido de un diario tradicional o pasa a ser
considerado un contenido televisivo u otra cosa?
Evidentemente
estas y muchas otras preguntas no resultan fácil de contestar. Afortunadamente,
si los geógrafos no se ponen de acuerdo respecto de qué es una montaña, ni los
astrónomos logran consenso respecto de qué es un planeta, no habrá que
asustarse si hoy no resulta precisable qué es la televisión. Maglieri nos
invita a rescatar los atributos esenciales, a caracterizar el nuevo escenario,
a deconstruir saberes para poder volver a pensar.
Un canal de
televisión adquiere identidad a partir de su plan editorial, aquella curaduría de contenidos de acuerdo a una
política y al tipo de audiencia destinataria, presentada en una grilla de
programación. El medio televisivo le requiere a sus contenidos entretenimiento,
emotividad, historias de vida, información y les exige un alto estándar de
calidad. En esto último Tristán Bauer deja su impronta en los medios públicos,
siendo que en televisión hay una exigencia de calidad que sólo se logra
interviniendo en todas las instancias de la producción, desde el guion hasta el
corte final, desde el lente de la cámara hasta la llegada de la señal al hogar.
Plan editorial
y estándar de calidad no pueden faltar. A partir de allí los canales
comerciales tendrán el sesgo de interpelar a sus audiencias en tanto
consumidores, los medios públicos la exigencia de hacerlo en tanto ciudadanos,
por lo que la forma de implementar los ingredientes señalados empieza a dividir
aguas, así como la forma de financiar las señales.
La
financiación de los medios, es un tema tabú. Un canal de televisión ya no se
puede financiar exclusivamente con publicidad tradicional. Se requieren modelos
de negocios complejos, muchas veces haciendo integración vertical (incorporando a las casas productoras, a las
distribuidoras o a los cable-operadores dentro del ‘grupo’), otras haciendo
integración horizontal (gestionando
varias señales, locales, regionales o internacionales), otras veces buscando la
integración cruzada con otros medios
(radios, revistas, diarios). Los medios devienen hegemónicos cuando integran
las tres estrategias simultáneamente. Para los medios públicos, ser financiados
por el Estado nacional condiciona la línea editorial. Pero no es menos cierto
que los grupos de poder aportan a los canales comerciales bajo modalidades
diversas (y no siempre transparentes) para sostener los discursos afines a
intereses particulares. Tampoco habría que aceptar livianamente el comentario
con sabor a queja de que ‘a la televisión pública la pagamos entre todos’,
porque entre todos también pagamos la televisión
comercial siendo que en el costo del detergente o de la gaseosa que uno abona
en el supermercado tiene incluido el costo del comercial que las sostiene, sin
mencionar la pauta oficial por la que siempre hay disputa.
La Televisión
Pública creó en los últimos diez años un ecosistema de señales -reseñadas en
detalle por Maglieri en esta obra- con una oferta editorial de altísima
calidad. Canal Encuentro es recibido y aplaudido por toda la sociedad y también
refresca al Ministerio de Educación produciéndose allí una articulación nunca
debidamente reconocida. Encuentro logra ser un canal educativo y formativo sin
perder de vista las exigencias del formato televisivo, entretener, informar,
narrar historias de vida, etc. En poco tiempo la apuesta incluye a los niños
con Pakapaka, el Ministerio de Ciencia y Tecnología se anima con TecTV, y otras
señales como DeporTV, Arplegio, Acua Mayor, Incaa TV, dan vida al ecosistema
siempre bajo el paraguas de la nave insignia, también renovado en calidad de
contenidos, de imagen y de marca, la Televisión Pública.
El proyecto
editorial de las señales públicas, acorde al Siglo XXI, se integra con las
redes digitales ofreciendo sus contenidos a demanda, con el resultado nada
desdeñable de superar el millón y medio de descargas diarias considerando
exclusivamente la plataforma de YouTube, para quién la televisión pública se
convierte en el principal proveedor de contenidos del país. También la
articulación con las audiencias, donde la TVP es pionera en generar
comunicación en tiempo real desde las redes sociales. Así, por ejemplo, al
mostrar en la pantalla las reacciones instantáneas generadas en Twitter no sólo
posibilita la participación en torno a un cierto programa sino que connota el
nuevo modo de consumo cultural en que la atención se reparte entre la
televisión y la participación activa en las redes sociales de donde emergen
comunidades que luego son capaces de autoconvocarse, y producir experiencias
que trascienden al medio. También emerge una forma de participación inédita,
tal la que se genera en torno a los contenidos que la TVP pone a disposición
bajo demanda. Un caso paradigmático es el de Peter Capusotto, en que cierto
segmento de la audiencia accede a sus programas exclusivamente por las redes
digitales, generando allí un efecto de viralización desconocido para la
televisión analógica. Desde otro punto de vista constituye un acontecimiento la
empatía que generó el personaje que desde Clorinda y a través de Pakapaka se
instaló en el corazón de niños y adultos, Zamba, demostrando que la televisión
mantiene un lugar irreductible frente al infinito digital.
La calidad ha
sido un elemento distintivo de la televisión argentina, comparando su factura
con otros países de la región. No es casualidad que en la década de los noventa
los medios públicos perdieran completamente la cultura por la calidad,
provocando la sensación de ‘atraso’ ni bien se sintonizaba Canal 7. Al seno de
los medios públicos, una de las mayores labores de Tristán Bauer fue la de
recuperar la autoestima de todos los trabajadores y creativos, recuperar el
orgullo de representar los medios públicos y trabajar incansablemente también
con las casas productoras y con todos los actores del proceso de producción en
la recuperación de la calidad en todos los sentidos del término. El resultado
es inobjetable.
En pleno 2016,
viendo emerger nuevamente el fantasma del trabajo ‘inútil’ de aquellos que se
desempeñan en el Estado, la ideología de la no-ideología, y la de la política
de despolitizar, son necesarios trabajos como el que se expone en este libro,
que posibilitan pensar por fuera del ruido y el puro choque. En mi experiencia
personal, los años vinculados al sector público fueron los años más nutritivos,
más intensos de mi carrera profesional, donde conocí y compartí labores con
gente extraordinaria que me sería imposible nombrar taxativamente, si bien
tampoco puedo no citar a algunos de ellos. A Tristán Bauer, María Seoane,
Verónica Fiorito, María Rosenfeldt,
Jessica Tritten, Ruben Daudia, Martín Bonavetti, Oscar Nunzio, y muy
especialmente a María Fernanda Ruiz, les agradeceré siempre la entrega y
compromiso, y todo lo que aprendí con ellos en estos años.
Gracias Adrián
Maglieri.
Ing. Mateo
Gómez Ortega
Agosto de 2016
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