LA NENA QUE VIO A CRISTINA

La nena que vio a Cristina


Me acerqué a la mítica Plaza de Mayo el último lunes, para no leer lo que pasaba, por la realidad de los diarios, sino estar en un momento especial de la historia, registrando mis propias impresiones.
Me encontré caminando en una plaza semi vacía, con gente sentada que llevaba señas de cansancio, como esperando algún regreso inminente.
La tormenta de la mañana había pasado, y ahora un sol de primavera parecía regular justo en tibieza y luz a las seis y pico. El amarillo intenso se acentuaba y el rosado (de la casa), parecía mas vivo.
Muchos hacían turismo en silencio, dentro de la catedral metropolitana, niños que preguntaban curiosamente que era todo eso, rodeados de enormes figuras y de poca gente sentada mirando como desconcertada la invasión repentina a modo de recreo.
El mausoleo de San Martín, imponente y emotivo, era lo mas requerido.
Allí estaba los flashes, los fotos de los de acá y de los gringos que se paseaban con sus mochilas, descubriendo nuestras cosas y señalando con sus dedos.
Salí de esa extraña quietud del adentro, y volví a la plaza, llegando hasta las vallas.
Adentro del cerco, flameaban cientos de banderas, mezcladas con ruido a bombos que nunca se apagaban. Movimiento “Juana Azurduy”, se preparaba y se corría de un lugar a otro. “Barrios de pie”, y los clásicos estandartes de Eva y su icono de expresión moderna, como desdibujada, aunque reconocible.
Otra mujer caminaba entre la gente con unas fotos de esa otra mujer: Eva, sin anunciar que las vendía, como sabiendo que alguien la llamaría, para pedir una, indefectiblemente.
El fantasma de Evita recorre las esquinas y se muestra en este destino de la Argentina, el “día de la mujer” parece ser hoy, un raro 10 de diciembre del siglo XXI, tímido, casi apático, con una Buenos Aires extrañamente despojada de su apuro, un lunes sin corridas, un lunes de un color distinto.
Unos chicos jugaban con una pequeña botella de gaseosa, utilizándola como si se tratara de una pelota. Se improvisó después el juego del “loco”, porque se sumaron otros que se arrojaban la misma botella de un lado a otro, mientras el que quedó en el medio corría desesperado e intentando agarrarla.
Mercedes Sosa comenzaba a cantar y a cautivarnos.
“La negra”, nuestra querida negra y su voz inconfundible llenaban las calles, recorría los lugares vacíos como un tierno eco que nos abrazaba.
Afuera de la valla éramos unos pocos. Algunos de traje hablaban mirando hacia otro lado, y pocos turistas, aprovechaban su recorrido y se detenían a sacarse una foto con la rosada de fondo.
Una madre llegaba con su hija de menos de 10 y le decía: -ahí está, ahí está Cristina.. ¿la ves?, arriba del escenario-
Y alli estaba, ella saludando y la nena que no veía y se trepaba hasta donde podía. –No la veo mami, no la veo!-
-Ahí está! ¿podés verla? Insistía la mamá, y la nena asentía con la cabeza, como si eso fuera mágico o un regalo, o un raro sueño.
Una lluvia de papeles invadía el escenario y las manos se movian de una lado a otro. La nena bajaba de la valla y pedia el osito que la madre sostenía entre sus manos.
-ya la vi mami, vamos a casa- dijo la nena que vio a Cristina

Comentarios

ZChatarra dijo…
hola chicos del antimedio!
gracias por linquear zona churrinche en su espacio que, leyéndolo, veo que compartimos algunas cosas; estaría muy bueno que nos juntemos a charlar en algún momento, ahí dejo el nuevo mail: zumbachatarra@yahoo.com.ar
cariños!!! Eliana

Entradas populares