Televisión Pública y Convergencia Digital.



La historia y el recorrido del canal 7 de Argentina desde su nacimiento, fue una mezcla de desaciertos, disputas y controversias permanentes, marcadas desde los cambios políticos, pero a la vez, signada por las innovaciones y la vanguardia tecnológica. Pocos estudios, se centraron en los cambios de la emisora en la etapa de convergencia y en las nuevas posibilidades de interacción. Los cambios tecnológicos, obligan a repensar el anacrónico concepto de televidente y a aceptar nuevas formas de audiencia. En la señal pública de televisión, no solo hay números de rating, sino ciudadanos con derecho a acceder a contenidos de carácter público.

“Televisión pública y convergencia digital (…)” busca aportar respuestas a la transformación de la señal estatal en su adaptación con las nuevas tecnologías e indagar en las causas que motivaron estas transformaciones. 

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PRÓLOGO *por Mateo Gomez Ortega

Es para mí un orgullo, un placer y un honor estar prologando este excelente y colosal trabajo de Adrián Maglieri. Trabajo que adquiere una vigencia y una significación muy especial en pleno 2016 cuando el advenimiento del gobierno de Cambiemos muestra que la discusión en torno a la Televisión, en general y a la Televisión Pública en particular, está lejos de ser un tema cerrado, como tampoco lo está el rol del Estado y el valor del trabajo que desde allí realizan sus trabajadores frente a la sociedad. Si dentro de los primeros cien días del nuevo gobierno hubo necesidad y urgencia por echar por tierra la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, debatida y votada por amplias mayorías en 2009, se evidencia que el problema de la concentración empresarial y el modelo de negocios en torno a los medios de difusión masiva en la Era Digital es una discusión de primer orden para la consolidación democrática, la soberanía política y el desarrollo de la diversidad cultural.

En mi caso particular se suma la emoción como ciudadano e ingeniero de volver a rememorar la labor llevada a cabo en el ámbito público en los últimos diez años, cuando a partir de fines de 2005, trabajando para la sociedad del Estado Educ.ar, aparece el proyecto de un canal educativo al mando de Tristán Bauer, proyecto que abracé y acompañé en sus primeros años, y que daría lugar a la creación de Canal Encuentro, dependiente del Ministerio de Educación.  En 2008 acompañé a Tristán en el desembarco en Radio y Televisión Argentina, formando parte de la conducción técnica de Canal 7 y Radio Nacional, y desde ese lugar coordiné el programa de puesta en valor de ambas emisoras, la recuperación de sus archivos históricos, el despliegue de la nueva forma de transmisión de televisión digital terrestre, el paso a la producción y transmisión en alta definición, todo ello ante el cambio histórico que impone la Era Digital, acaso  el mayor desafío para los medios públicos desde su creación, una revolución cultural que modifica radicalmente la forma de producir, pensar y sentir la comunicación, el entretenimiento, así como las condiciones y significados del acceso a la información, al arte y al conocimiento.

Maglieri analiza en toda su complejidad este período revolucionario de los medios públicos, entregando una obra indispensable para situar el problema, para conceptualizar los hitos logrados, y para significar el alcance y la relevancia de este debate central y vigente en todas las democracias modernas.

La Era Digital es el advenimiento de un nuevo alfabeto, por lo que las implicaciones  esperadas son solo comparables con el aparición de la escritura hace 2500 años. En este caso se trata de un meta-alfabeto que permite codificar, acumular y distribuir en forma uniforme texto, audio, imagen o video, es la llamada convergencia digital, que para los medios de difusión tiene implicancias en múltiples dimensiones. Es la convergencia de las redes de transmisión, es la convergencia de formatos, de dispositivos y pantallas. Es también la convergencia sincrónica de información y la disponibilidad asincrónica de infinitos recursos culturales a escala planetaria. Es la primera vez en la historia de la humanidad en que las máquinas se ‘alfabetizan’, que son capaces de interpretar textos, actuar en función de ellos, incluso sostener comunicaciones complejas entre dispositivos sin la mediación de persona alguna. Los objetos culturales, al ser digitalizados, cambian completamente su estatuto, puesto que pasan a ser potencialmente reproducidos y distribuidos a escala planetaria a costos marginales irrisorios por lo cual todos los modelos de negocios están en crisis. Las leyes de copyright que se idearon hace trescientos años justificadas por la aparición de la imprenta, devienen hoy abstractas e injustificadas ante el nuevo estatuto que impone el estadío actual de la técnica. Somos contemporáneos de los esfuerzos desesperados de la industria cultural y de los medios de comunicación por encontrar una respuesta al tsunami digital.

En este contexto, en la era de los Netflix y los YouTube, del cable, el aire y el satélite, de los televisores inteligentes, netbooks y celulares, del hipervínculo y las redes sociales, en tamaño contexto es difícil animarse a la pregunta por la ‘televisión’. ¿Qué es la televisión? ¿Qué significa ser un canal de televisión? ¿Qué es ser un canal de televisión público?
Adrián Maglieri se le anima a estas preguntas y a muchas más.

La vieja ley de radiodifusión, la vigente hasta 2009, establecía como condición necesaria para ser un canal de televisión el hecho de ser dueño del transmisor de la señal. Ser dueño (propietario) del hardware definía la condición de broadcaster. Nada tan anacrónico. La Argentina es pionera en la región en desplegar la televisión digital terrestre introduciendo la figura del ‘operador de red’, tal es el rol que asumió la empresa estatal Arsat, por lo que en la actualidad es conveniente y en muchos casos determinante que el canal de televisión delegue en un tercero la transmisión. ¿Acaso dejaría de ser un canal de televisión aquel que solo transmitiera por Internet? Los contenidos informativos que un canal de televisión pone a disposición en YouTube, ¿siguen siendo contenidos televisivos al ser consumidos a través de dicha plataforma, en modo asincrónico y por demanda? El contenido audiovisual informativo que un diario tradicional sube a YouTube ¿sigue siendo el contenido de un diario tradicional o pasa a ser considerado un contenido televisivo u otra cosa?

Evidentemente estas y muchas otras preguntas no resultan fácil de contestar. Afortunadamente, si los geógrafos no se ponen de acuerdo respecto de qué es una montaña, ni los astrónomos logran consenso respecto de qué es un planeta, no habrá que asustarse si hoy no resulta precisable qué es la televisión. Maglieri nos invita a rescatar los atributos esenciales, a caracterizar el nuevo escenario, a deconstruir saberes para poder volver a pensar.

Un canal de televisión adquiere identidad a partir de su plan editorial, aquella curaduría de contenidos de acuerdo a una política y al tipo de audiencia destinataria, presentada en una grilla de programación. El medio televisivo le requiere a sus contenidos entretenimiento, emotividad, historias de vida, información y les exige un alto estándar de calidad. En esto último Tristán Bauer deja su impronta en los medios públicos, siendo que en televisión hay una exigencia de calidad que sólo se logra interviniendo en todas las instancias de la producción, desde el guion hasta el corte final, desde el lente de la cámara hasta la llegada de la señal al hogar.

Plan editorial y estándar de calidad no pueden faltar. A partir de allí los canales comerciales tendrán el sesgo de interpelar a sus audiencias en tanto consumidores, los medios públicos la exigencia de hacerlo en tanto ciudadanos, por lo que la forma de implementar los ingredientes señalados empieza a dividir aguas, así como la forma de financiar las señales.

La financiación de los medios, es un tema tabú. Un canal de televisión ya no se puede financiar exclusivamente con publicidad tradicional. Se requieren modelos de negocios complejos, muchas veces haciendo integración vertical (incorporando a las casas productoras, a las distribuidoras o a los cable-operadores dentro del ‘grupo’), otras haciendo integración horizontal (gestionando varias señales, locales, regionales o internacionales), otras veces buscando la integración cruzada con otros medios (radios, revistas, diarios). Los medios devienen hegemónicos cuando integran las tres estrategias simultáneamente. Para los medios públicos, ser financiados por el Estado nacional condiciona la línea editorial. Pero no es menos cierto que los grupos de poder aportan a los canales comerciales bajo modalidades diversas (y no siempre transparentes) para sostener los discursos afines a intereses particulares. Tampoco habría que aceptar livianamente el comentario con sabor a queja de que ‘a la televisión pública la pagamos entre todos’, porque entre todos también pagamos la televisión comercial siendo que en el costo del detergente o de la gaseosa que uno abona en el supermercado tiene incluido el costo del comercial que las sostiene, sin mencionar la pauta oficial por la que siempre hay disputa.

La Televisión Pública creó en los últimos diez años un ecosistema de señales -reseñadas en detalle por Maglieri en esta obra- con una oferta editorial de altísima calidad. Canal Encuentro es recibido y aplaudido por toda la sociedad y también refresca al Ministerio de Educación produciéndose allí una articulación nunca debidamente reconocida. Encuentro logra ser un canal educativo y formativo sin perder de vista las exigencias del formato televisivo, entretener, informar, narrar historias de vida, etc. En poco tiempo la apuesta incluye a los niños con Pakapaka, el Ministerio de Ciencia y Tecnología se anima con TecTV, y otras señales como DeporTV, Arplegio, Acua Mayor, Incaa TV, dan vida al ecosistema siempre bajo el paraguas de la nave insignia, también renovado en calidad de contenidos, de imagen y de marca, la Televisión Pública.

El proyecto editorial de las señales públicas, acorde al Siglo XXI, se integra con las redes digitales ofreciendo sus contenidos a demanda, con el resultado nada desdeñable de superar el millón y medio de descargas diarias considerando exclusivamente la plataforma de YouTube, para quién la televisión pública se convierte en el principal proveedor de contenidos del país. También la articulación con las audiencias, donde la TVP es pionera en generar comunicación en tiempo real desde las redes sociales. Así, por ejemplo, al mostrar en la pantalla las reacciones instantáneas generadas en Twitter no sólo posibilita la participación en torno a un cierto programa sino que connota el nuevo modo de consumo cultural en que la atención se reparte entre la televisión y la participación activa en las redes sociales de donde emergen comunidades que luego son capaces de autoconvocarse, y producir experiencias que trascienden al medio. También emerge una forma de participación inédita, tal la que se genera en torno a los contenidos que la TVP pone a disposición bajo demanda. Un caso paradigmático es el de Peter Capusotto, en que cierto segmento de la audiencia accede a sus programas exclusivamente por las redes digitales, generando allí un efecto de viralización desconocido para la televisión analógica. Desde otro punto de vista constituye un acontecimiento la empatía que generó el personaje que desde Clorinda y a través de Pakapaka se instaló en el corazón de niños y adultos, Zamba, demostrando que la televisión mantiene un lugar irreductible frente al infinito digital.

La calidad ha sido un elemento distintivo de la televisión argentina, comparando su factura con otros países de la región. No es casualidad que en la década de los noventa los medios públicos perdieran completamente la cultura por la calidad, provocando la sensación de ‘atraso’ ni bien se sintonizaba Canal 7. Al seno de los medios públicos, una de las mayores labores de Tristán Bauer fue la de recuperar la autoestima de todos los trabajadores y creativos, recuperar el orgullo de representar los medios públicos y trabajar incansablemente también con las casas productoras y con todos los actores del proceso de producción en la recuperación de la calidad en todos los sentidos del término. El resultado es inobjetable.

En pleno 2016, viendo emerger nuevamente el fantasma del trabajo ‘inútil’ de aquellos que se desempeñan en el Estado, la ideología de la no-ideología, y la de la política de despolitizar, son necesarios trabajos como el que se expone en este libro, que posibilitan pensar por fuera del ruido y el puro choque. En mi experiencia personal, los años vinculados al sector público fueron los años más nutritivos, más intensos de mi carrera profesional, donde conocí y compartí labores con gente extraordinaria que me sería imposible nombrar taxativamente, si bien tampoco puedo no citar a algunos de ellos. A Tristán Bauer, María Seoane, Verónica Fiorito, María Rosenfeldt,  Jessica Tritten, Ruben Daudia, Martín Bonavetti, Oscar Nunzio, y muy especialmente a María Fernanda Ruiz, les agradeceré siempre la entrega y compromiso, y todo lo que aprendí con ellos en estos años.

Gracias Adrián Maglieri.

Ing. Mateo Gómez Ortega
Agosto de 2016



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